miércoles, 22 de octubre de 2014

Nadia viaja en subte (1ra. parte)


¿Es raro encontrarse con un asiento vacío en un subte repleto? A veces pasa. Es obvio que dos personas no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo, incluso si una de las dos está muerta.
 Nadia ve cómo un hereje se arroja al asiento sin mediar en su presencia. Pero no falta mucho para que el insensato empiece a temblar por los escalofríos que da la superposición y al final abandone el vagón en la próxima estación para seguir a pie al amparo del sol.
 Ella, que ve los mundos de los vivos y los muertos a la vez, le gusta perderse en la soledad del subte. Medita mientras va y viene por el mismo recorrido una y otra vez. Sabe esconderse entre la multitud así los demás descarnados no la ven.
 Hoy la rutina es la de siempre, aunque desde hace un par de estaciones un vivo no para de sonreírle, trate de distraerse repasando las estaciones del mapa, siga con la cabeza el movimiento del vagón él no para de acosarla de lejos. Al final elije abandonar su asiento mientras el subte llega a una de las cabeceras, justo cuando ya casi no queda gente, para acomodarse en el extremo opuesto de la formación.
 Todos se bajan.
 Otros suben de inmediato.
 Muchos muertos van y vienen. Los que todavía no pueden creer que estén fallecidos tienen la costumbre de ir y venir como si fueran o volvieran del trabajo. Algunos lo hacen durante años, hasta que se dan cuenta que ya no saben si van o si vienen. Esta vez hay uno parado delante que soliloquea por un celular imaginario en una mano vacía. Repite lo mismo hace rato:
 - Escuchame vos. No... Escuchame vos. No... Escuchame vos. No.... Escuchame vos. No.... Escuchame vos. No.... Escuchame vos. No.... Escuchame vos. No.... Escuchame vos. No.... Escuchame vos. No. -y lo va seguir haciendo un rato largo.
 Nadia le tiene miedo a estos muertos, pero por tratar de sentarse más lejos termina rozándolo. El tipo hace una pausa para mirarla, antes de seguir con su letanía, pero sin perderle paso; incluso se mueve cuando ella se mueve, pendiente de cada paso.
 - Escuchame vos. No... Escuchame vos. No... Escuchame vos. No... Escuchame vos. No...
 Nadia se puso de pie con cuidado, sin soltarse de una de las barras del vagón antes de caminar por el pasillo esquivando vivos y muertos. No estaba seguro del mal que podía hacer un muerto a otro. Mejor no averiguarlo.
 -Perdon -dice sin ver para atrás, porque escucha:
 -Escuchame vos. No... Escuchame vos. No... Escuchame vos. No...
 De a poco empieza a perder la capacidad para ver a todos. La gente desaparece a lo largo del vagón a cada paso mientras las luces se apagan desde el extremo opuesto del tren.
 -Escuchame vos. No... Escuchame vos. No... Escuchame vos. No...
 Ahora hasta el motor del subte está mudo. Las palabras del muerto rebotan por todos lados:
 -ESCUCHAME VOS. NO... ESCUCHAME VOS. NO...ESCUCHAME VOS. NO...
 Quiere no prestarle atención, volver a su propio mundo, pero ignora cómo. Sabe que puede salir, sus manos rozan otros cuerpos, algunos cálidos y otros helados. Delante suyo una sombra se dibuja en el piso y crece por el vagón, con la proyección de una mano que estira unos dedos largos desde atrás. Los pelos de la nuca se le paran y ella se da cuenta que hace rato dejó de moverse.
 Un tirón desde el hombro y se acaba...

No hay comentarios:

Publicar un comentario